La casa que estaba enfrente, detrás del río, era un imán que nos atraía. Imaginábamos alacenas llenas de manjares, una mesa con vasos y cubiertos, y camas con sábanas y frazadas. También nos ilusionábamos con un inodoro blanco para poder sentarnos a evacuar los restos de la panzada que nos daríamos.
Los más decididos organizaron la excursión. Se sortearon con el juego de los palitos más cortos y largos quienes irían. Pero el compromiso era volver con comida para todos.
Los vieron irse. No los vieron volver.
Me fui a dormir sin saber qué había ocurrido. Las bombas empezaron con puntualidad cuando la noche nos tapó. Dormitábamos entre sobresaltos, algún esporádico grito, humo, silbidos que pasaban por arriba o que caían adelante. Hasta que un oficial desconocido, nos zamarrreó y nos gritó: ¡necesito que vengan milicos! Nos dio una siniestra explicación:
-¿Alguna vez vieron a alguien que lo pisó un tren?. Eso es lo que van a ver. Traigan las mantas, ordenó.
Empezamos la caminata por la noche cerrada, en fila india, sin hablarnos. Llegamos a la orilla del río y nos dispersamos en grupos de cuatro o cinco. En silencio íbamos descubriendo, en trozos desgarrados a quiénes habíamos venido a buscar. Las mantas eran para cargar los pedazos. El oficial nos gritaba, nos insultaba y nos ponía frente a la cara los restos para que los identificáramos. A Alejandro lo reconocimos, por las medias: era el único que tenía unas medias civiles, de colores. A Carlitos no lo encontramos y el negro Medina estaba vivo, pero quedó casi ciego.
Son nuestros héroes más cercanos. Murieron por nosotros, por querer cuidarnos, darnos de comer.
Son Alejandro Vargas, Pedro Vojkovic, Carlos Hornos y Manuel Zelarrayán. Murieron el 8 de junio de 1982.-
la mamá de Carlos Hornos |
Manuel Zelarrayán |
Alejandro Vargas |
Pedro Vojkovic |
No hay comentarios:
Publicar un comentario