martes, 4 de agosto de 2015

Mayo y el Sapo

No recuerdo quién me contó lo que contaré, quizá fue Bernie, quizá Maik o quizá otro, lo que recuerdo sin duda alguna es que no lo imaginé. De su protagonista el único recuerdo directo que tengo es que cuando recibía la pelota jugando al voley, extendía los brazos y juntaba las manos en la posición ortodoxa para golpe defensivo que iba dar, pero lo raro era que abría los dedos índice y meñique de ambas manos, como haciendo un doble cuernitos.
Trasladémonos al año 1982 y a una trinchera sucia y barrosa en las Falkland Islands. Adentro se encuentran cinco, seis, siete u ocho soldados argentinos, muriéndose de frío y hambre, sin atinar a salir porque los ingleses -que saben que en el campo están las trincheras enemigas- no cesan de atacar con artillería pesada y liviana. El tiempo pasa lentamente para los famélicos y aterrados soldados cuyo único alimento es humo de pólvora. No están desesperanzados, tampoco están convencidos que morirán, tampoco creen que la comandancia vendrá a salvarlos; simplemente están paralizados por el miedo, el hambre y el cansancio, casi no son hombres, parecen animales invernando; hasta que uno deja la posición de acurrucamiento en el que se encuentran todos, se para repentinamente, y dice:
-Yo voy a buscar comida, no aguanto más!
-Pará Sapo! Te van a matar! -le dice un soldado que fue compañero de él en el Colegio Nacional de La Plata.
-Prefiero que me maten estos hijos de puta a morirme de hambre y frío en este pozo de mierda.
-Esperá que se haga de día y ...
-Yo no espero más.
Son las tres de la mañana en medio de un anónimo campo helado en unas perdidas islas en el Atlántico Sur, lugar donde según Julio Verne se padece el peor clima del mundo; un soldado sale de su trinchera sin mirar y corre haciendo zig-zags como le enseñaron en la instrucción, un inmenso seguidor inglés lo ilumina como a un actor en el teatro, las granadas explotan a izquierda y derecha, tratando de matarlo. Sus compañeros miran aterrados el derrotero zigzagueante del Sapo Martínez, hasta que finalmente éste se pierde en la negrura de la noche. Nadie sabe si el Sapo está muerto o vivo, o tirado paralítico en el barro helado, o corriendo sangrando horriblemente y sin un brazo, o tirado en un charco de sangre y barro, sin las dos piernas, o parado y sordo, tanteando el espacio hueco con sus brazos extendidos porque una granada le voló los ojos, o quizá siga corriendo en busca de su destino, nada saben de él, pero cualquiera de las hipótesis mencionadas tienen factibilidad de ser.
Pasan varias horas y comienza a amanecer con lenta indiferencia. El humo de la guerra circunstancial se confunde con la bruma de la paz eterna. Desde que el Sapo se perdió en la negrura los soldados no emitieron el menor sonido ni hicieron el menor movimiento, como si esa quietud y silencio fuera una honra en su memoria. De repente se renueva el bombardeo, alguien de la trinchera grita:
-El Sapo!
Todos vuelven a mirar el mismo improvisado camino que habían mirado antes, la penumbra del amanecer hace poco necesario el seguidor, que de todos modos se enciende. Corriendo como un rugbier al ingoal rival el Sapo nuevamente desafía la vida, su vida, su única vida. Las granadas explotan a su lado y una lo derriba ante la mirada absorta de sus compañeros...
Su cuerpo yace en la tierra, nadie sabe si está aturdido, muerto o mas probablemente agonizando; de pronto se mueve, se arrastra buscando algo, un par de inmensas bolsas que traía antes de la caída y que nadie había visto, las vuelve a tomar, una con cada brazo apretándolas contra su cuerpo, se para y renueva la zigzagueante carrera huyendo de las bombas y la metralla; su rostro está bañado de sangre. Casi muerto de cansancio y dolor, finalmente llega a la trinchera zambulléndose como a una pileta llena de agua.
-Traje comida -dice, mientras con el antebrazo se limpia la sangre del rostro- estos hijos de puta me volaron una oreja.
Nadie dice nada, adentro de las bolsas hay comida y alguien encuentra una botella de whisky, su amigo del colegio moja un trapo con el líquido amarillo y se lo da al Sapo para que se lo ponga en la oreja, cosa que hace sin saber que está haciendo. Ahora todos comen en silencio, devorando la comida con desesperación, mirando al Sapo Martínez quien mastica mirando al piso.
Nadie obligó al Sapo a irse de la trinchera desafiando la muerte, y mucho menos a acordarse de sus compañeros y desafiarla de nuevo para volver, cuando ya estaba a salvo en el depósito de comida.
Un día estaba tomando un café en Arbys y vi al Sapo pasar caminando por la vereda de enfrente, sin que yo me percatara mis ojos apuntaron a su oreja izquierda, a su media oreja izquierda, la inmortal firma de su gloria. Se me puso la piel de gallina. "Ese hombre vale más que yo -pensé- y mas que todos...". Él siguió caminando apurado, abrumado quizá por las intrascendentes contingencias de la vida cotidiana, sin saber lo mucho que lo admiro, y sin importarle de saberlo...
Wrote on 11/11/09, Mayo von Höltz

Charly Nosenzo: Impresionante Mayo!!! Inmejorable forma de describir y hablar bien alguien!!!

Gabriel Tettamanti: Maravilloso y escalofriante relato Mayo. Un abrazo

Santiago Urbiztondo: Excelente Mayo! Trajiste a mi pésima memoria este relato de nuestros amigos mayores en aquellos años, quienes sufrieron y superaron lo que nosotros por pura suerte y edad zafamos. Gran reconocimiento al Sapo, y por este medio, aunque nunca le llegue, mi reconocimiento y admiración para él.

Collar de Perlas: Con su permiso señor Mayo Von Höltz se lo voy a hacer llegar al Sapo Martinez

Mayo Von Höltz: Por supuesto que doy permiso para que el Sapo Martínez lea lo que escribí, de hecho me gustaría que lo lea como modo de reconocimiento a su valor, y seguramente hará alguna corrección, siendo que siempre se narra la sustancia de lo sucedido, mientras que su protagonista recuerda todos los detalles.

Un abrazo a todos y gracias por destinar su tiempo para leer lo que escribo.

Javier Francisco Kovac: fui compañero del sapo y me acuerdo de aquel dia en que un frangmento de mortero le volo media oreja saludos amigo del corazon sapo martinez

Gustavo Moreira Collazo: Un abrazo Sapo

Eduardo Pena: Que importante Mayo que hayas rescatado y recordado esa historia que alguna vez escuchamos con admiración. Buen homenaje para quienes estuvieron con honra en Malvinas.

Sapo Martinez: Hola gente, hola Mayo. Acabo de leer tu relato, y realmente en principio, me sorprendió, y después, me emociono Ahora, debo, en honor a la verdad, aclarar ciertas circunstancias de lo sucedido. Si bien es cierto que yo fui herido en un bombardeo en mi oreja, no es cierto que fue yendo a buscar comida, sino en una forma distinta, y , la verdad sin matices heroicos. Aclaro esto, tal vez de mas, tal vez tus intención, Mayo, hayan sido solamente literaria, pero creo que era necesaria la aclaración un poco para dejar sentado la verdad de los hechos. Agradezco profundamente el recuerdo y reconocimiento , pero me pareció necesario aclarar esto para entender que a las guerras van personas comunes, como yo, como ustedes, como nuestros hijos. Abrazo y gracias.

Florencia Ventura: Sapo querido!!

Gustavo Moreira Collazo: Sapo, quizás sea que con el tiempo todo se ve distinto. Yo recuerdo ir a auxiliarte cuando te hirieron y me asusté mucho porque creí al verte en el suelo que era peor la herida de lo que por suerte fue, ya que sobreviviste, gracias a Dios. Pero tengo que estar en desacuerdo con vos. De acuerdo que a las guerras van personas comunes, pero los héroes también fueron personas comunes antes de ser héroes. Valientes no son los que no tienen miedo, valiente es el que a pesar de tenerlo sigue adelante. Con esto no quiero decir que vos seas un héroe, porque no soy quién para decirlo, pero creo que si fuimos valientes, porque a pesar de los miedos hemos seguido adelante. Un abrazo Sapo.

Gustavo Moreira Collazo: Te considero mi hermano por todo lo que pasamos, aunque seas hincha del Lobo.....jajajajajajaja

Florencia Ventura: Emocionante!

Mayo Von Höltz: A un amigo por privado le comenté que me daba un poco de vergüenza que el protagonista leyera lo que puse de él porque temía que el relato estuviera contaminado de literatura, siendo que los datos concretos que tenía del mismo eran muy lejanos y vagos, quedando obligado a incurrir en un abuso de rasgos circunstanciales que quizá fueron fruto de mi imaginación. La memoria sólo trae cuatro o cinco datos reales del pasado, y nuestra imaginación rellena todos los baches para darle una cohesión narrativa. Luego decimos que todo fue histórico, cuando fue un poco histórico y un poco ficción, sólo que nosotros no lo sabemos -o por lo menos no podríamos decir- qué parte fue imaginada y qué parte fue recordada. De dos historias hice una, la circunstancia en que fuiste herido y tu salida de la trinchera a buscar comida son dos historias, para mi -que ni siquiera recuerdo quienes fueron los que me las refirieron- fueron una sola.

Creo que era Chesterton o Carlye el que decía que todas las anécdotas son apócrifas, siendo que son perfectas y la realidad es imperfecta. Con mucha suspicacia Borges dijo que era verdad lo que decía Chesterton o Carlye: todas las anécdotas son apócrifas, pero son esencialmente verdaderas, no como historia real sino como un símbolo de la persona que las protagoniza. Concuerdo una vez mas con el sabio ciego: si yo conté esa historia de vos con algunos detalles que no se ajustan a la realidad (siendo que mi relato es perfecto* y la realidad no lo es), esa historia de todas formas es esencialmente verdadera, como diría Borges, no porque hayan sucedido exactamente igual a cómo fueron relatados los hechos, sino porque ese relato es un símbolo de la persona que lo protagoniza. Y los símbolos de nosotros se parecen más a nosotros mismos que nuestra verdadera historia real. Nuestros símbolos son una síntesis inteligente de nuestra personalidad y carácter, mientras que los sucesos reales que protagonizamos suelen ser un desperdigado caos del cual poco y nada se puede inferir.

Tu aclaración Sapo Martinez aumenta aun más el heroísmo que mi relato pretendió reflejar, y de alguna forma secreta y sutil tus palabras aclaratorias confirman lo que conté. Una persona que no mereciera ser el protagonista de la historia que conté, no haría la aclaración que vos hiciste porque preferiría que se cuente algo que no sucedió si éste algo lo ennoblece. Tu aclaración te hace más merecedor aún de mis palabras. Puede que mi relato no se ajuste exactamente a la verdad de lo ocurrido, pero es un símbolo perfecto de su protagonista, y como tal, es mas real que la realidad misma.

* por perfecto no pretendí sugerir que el escritor sea perfecto, sino que las anécdotas son perfectas, como sentenció Carlye.

Gustavo Moreira Collazo: El paso del tiempo nos convertirá en lo que otros creen que somos....je



3 comentarios:

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  2. Conocì al Sapo harà unos 48 años...Nos agarramos a trompadas en la vereda. Como no pude con èl, corrì a mi casa y volvì a buscarlo a por la revancha. Mi viejo me parò y me sacò el martillo que tenìa en la mano...XD
    Despuès, para mi suerte, hicimos amistad.
    El Sapo no se acuerda de estas cosas, y si se acuerda, disimula...
    No iban a poder los gringos con esa cabeza dura y noble, no.
    Ni con mil martillos.

    Tu vecino de enfrente

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    1. Gracias por pasar por el blog "JJA". Tengo una pista sobre su identidad: ¿no será Ud. "el librero audaz"?
      Abrazo

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