viernes, 27 de mayo de 2011


Capítulo V.-
En aquellos días de la guerra nuestra llegada se produjo en el aeropuerto de Stanley, por entonces el único que había. La pista había sido construida por la Fuerza Aérea Argentina como consecuencia del tratado celebrado en 1971 entre Argentina y Gran Bretaña. Aquel pacto fue muy importante para las comunicaciones y la conexión de los isleños con el mundo exterior y fundamentalmente para mejorar la recepción de bienes y servicios que el Reino Unido no les proveía.
Antes de ese tratado la única comunicación de los kelpers con el resto del mundo se lograba a través de un viejo barco que hacía mensualmente un trayecto entre Stanley y Montevideo, Uruguay. Un día el barco dijo “no va más” y súbitamente los isleños quedaron incomunicados. Esa necesidad apuró las negociaciones para firmar ese convenio.
A partir del tratado del 71 la Argentina se comprometía a construir una pista de aterrizaje y mantener vuelos regulares entre las islas y el continente. Líneas Aéreas del Estado (LADE) sería la encargada de cumplir con ese servicio.
Pero esto no era todo. En Stanley se abrieron oficinas de YPF y Gas del Estado y se empezó a proveer a las islas de combustible. Se preveía también que los jóvenes que quisieran continuar sus estudios en el continente tendrían un régimen de privilegio. Esta cláusula era de singular importancia por cuanto no había un colegio secundario que preparara a los alumnos para un eventual ingreso a la universidad.
Muchos kelpers hicieron en esos años el secundario en colegios de Buenos Aires y de Córdoba y creo que lentamente podía darse una pequeña integración entre dos comunidades de costumbres y tradiciones muy diferentes.
En esos años fue cuando mayor intensidad se logró en los contactos diplomáticos buscando la entrega de la soberanía de los británicos a nuestro país. Varias veces se estuvo muy cerca de lograr ese anhelo de todos los argentinos.
Si bien mucho tuvo q ue ver en la frustración de esos contactos la intransigencia de los habitantes de las islas, justamente el avance económico, cultural y educativo que el tratado mencionado permitía, era, creo yo, la llave para llevar a buen puerto las negociaciones y lograr la aceptación del cambio de soberanía de todas las partes en conflicto.
Seguramente no se hubiera logrado en una generación, pero quizás sí en dos o en tres, y se hubiera ahorrado la muerte de cientos de hombres, las heridas de miles y las consecuencias incurables de otros miles y de miles y miles de familias.
Aún hoy, pese al notable mejoramiento de la situación económica de los habitantes, palpable fácilmente, la distancia que existe con Londres se nota en muchas circunstancias de la vida diaria, y quizás no sería malo tratar de retomar aquella senda de educación y cultura: facilidades para el estudio, sobre todo en los jóvenes; fomento del turismo, teniendo en cuenta los grandes ingresos que tiene una familia tipo en las islas, comparada con nuestra economía y el enorme interés, muchas veces solapado, de conocer nuestras playas, montañas, sierras, llanuras y ciudades que demuestran los isleños.

Ya habíamos caminado desde el pueblo hasta el aeropuerto el día domingo. La ida y vuelta por esos caminos cubría una distancia de unos doce kilómetros aproximadamente.
Ahora era lunes y nos tocaba caminar hasta Wireless Ridge. Nuestra posición.
Esa semana llegó el calor. Llegó en La Plata, con los primeros síntomas del verano, y también en las islas, donde pudimos dar calor a nuestras almas, que guardaban el frío de veinticuatro años de dolor y espera.
En nuestro jardín de la casa de La Plata, en esos días nacieron los primeros jazmines y en Malvinas sentimos por fin algo tibio, acariciando el sentimiento helado de desamparo que guardábamos en nuestros pechos.

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