viernes, 27 de mayo de 2011


Capítulo XIV.-
Hacía ya varios días que estábamos en Malvinas y si bien habíamos caminado todo el pueblo, de este a oeste y de norte a sur, todavía teníamos la sensación de que nos faltaban cosas por conocer.
Y además Raúl no estaba conforme. No se había convencido de haber encontrado su lugar.
Se levantó el jueves y nos dijo:
-quiero ir de nuevo a las posiciones de mi regimiento. Quiero tomarme el vino que me traje sentado entre las piedras donde estuve.
No hizo falta nada más. Salimos los cuatro de nuevo hacia el camino que lleva al viejo aeropuerto.
Ya el sol no nos acompañaba. Una llovizna fría nos pegaba en la cara, entonces todo era “más Malvinas”. Este es el clima que recordamos. Este es el frío y el viento que te duele en la cara.
Así volvimos a la gran piedra que Raúl había ubicado como la más cercana a la posición del jefe de su regimiento. Desde allí partimos en varias direcciones y empezamos a revolver el terreno. A cada rato encontrábamos pedazos de lona, restos de carpas y de “capas poncho”. Por momentos buscábamos refugio del viento y la lluvia detrás de las piedras. Igual que ayer.
Después de un tiempo Raúl se encontró satisfecho.
-Es acá. Definitivamente es acá. Y señalaba los alrededores del lugar donde cavando había encontrado la latita de “Paso de los toros”.
Descorchamos su botella de vino. Parecíamos locos, bajo la lluvia, brindando, mientras desde la ruta, los autos que pasaban nos veían, sentados, riendo, gozando ese momento increíble.
Para esto vinimos, y acá estamos, felices de encontrar nuestro pasado. Nos amontonamos bajo la gran piedra y brindamos con el viento y la lluvia, con el frío, que ayer nos helaba el alma y ahora de alguna manera nos abriga. Nos reencontramos con un pedazo nuestro. Ese pedazo escondido y horrible que no podemos mostrar. Pero que ahora sale a brindar con nosotros. Brindamos con ellos, los fantasmas, los vivos y los muertos. Todos reímos en la turba húmeda que se hunde bajo nuestros pies, sobre esas piedras grises que nos dan refugio de la lluvia de fuego y de agua. Vamos y venimos entre el pasado y el presente, como perdidos en el tiempo.
Para dejar de pertenecer a ese pasado tenemos que estar ahora ahí, definitivamente dando un paso al futuro. Ya no volveremos a ser como antes. Tal como nos pasó en el 82. No volvimos los mismos que fuimos. Ahora tampoco.

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