viernes, 27 de mayo de 2011



Capítulo XVIII .- Encuentro con los periodistas británicos.
En el acto del Remembrance Day había un equipo de la BBC filmando. Luego supimos que tomaron fotos de nuestro encuentro con veteranos ingleses. El viernes, nos encontramos con John frente a la puerta de correo, mientras Raúl y Oscar mandaban cartas, y nos dijo que los periodistas ingleses se habían contactado con él para invitarnos a comer esa noche en el hotel donde paraban, el Waterfront. Nos contó que incluso ya estaba previsto el menú, preparado por una cocinera chilena y allí fuimos.
Todos bañaditos como chicos que van a un cumpleaños, salimos como todas esas noches, caminando del Shorty’s y bajamos por Philomel Street al viejo embarcadero. A metros de allí una antigua pero confortable casa era el bed and breakfast “Waterfront House”.
Pasamos al comedor y la mesa nos esperaba lista, con John, que vestía una camisa de jean y un saco de cuero negro. Parecía que había cuidado un poco más que de costumbre su vestimenta para esta ocasión.
Lesley, la que parecía ser la jefa del equipo de periodistas, también nos esperaba. Tenía puesta una camisa hindú, larga, casi hasta las rodillas y debajo unos pantalones negros. Sonreía amablemente pero para nuestro disgusto, hablaba muy poco castellano.
Luego de presentarnos por nuestros nombres y sentarnos, pedimos un vino tinto, lógicamente chileno (casi todo el vino que se vende en las islas es de origen chileno, sólo vimos un chardonay argentino en el supermercado), y el primer plato.
Era una especie de puchero o sopa con vegetales. Tenía arvejas, zanahorias, chauchas, una papa, una pata de pollo y un choclo. Todo venía muy bien, comiendo las verduras y el pollo, hasta que quedó en todos los platos el choclo. Raúl quiso arremeter con cuchillo y tenedor contra el marlo, pero el tenedor resbaló e inmediatamente escuchamos el suave sonido de “splash” y la camisa de Raulito quedó con las salpicaduras de la sopa en su intento.
Observamos en silencio y reímos para adentro hasta que Lesley, resueltamente tomó el choclo con la mano y mordió como corresponde, y ahí todos aliviados hicimos lo mismo y ya no quedó nada en el plato por comer.
Luego vinieron las empanadas de carne, fritas y al horno, seguramente elegidas en el menú como un homenaje a nosotros. Acompañaban las empanadas un peligroso chimichurri, muy picante.
John se había ilusionado con los postres y los elogió antes de que vinieran. No resultaron ser tan espectaculares como los anunciaran. Una torta de chocolate, un cheese cake y algo más que ahora no recuerdo.
En la conversación supimos un poco del proyecto que estaban haciendo, y que Carol Thatcher era quien dirigía o encabezaba como periodista ese documental y Lesley la productora.
Nos confirmó que sin que no percatáramos, desde lejos, nos habían filmado y fotografiado cuando nos encontramos con los ex combatientes ingleses en el monumento, el día del acto. Pero no dijo mucho sobre los lugares o personas que habían filmado en las islas. Nos adelantó que tendrían que volver a las islas en otro viaje, a mediados de diciembre y que también filmarían en Buenos Aires.
Después supimos de su interés en encontrar un sobreviviente del Crucero Belgrano o un familiar de alguien que haya muerto en esa acción, pero que supiera hablar inglés. No tenían traductores en el equipo.
Finalizada la comida, Lesley recibió una llamada telefónica y momentos después nos invitó a tomar una copa al hotel donde paraba Carol, el Malvina House. Pese a las pocas cuadras que nos separaban del lugar, John pidió un taxi y así fuimos, a bordo de una van Mitsubishi taxi, algo bastante común en la isla.
Entramos al que resulta ser el mejor hotel de Stanley y creímos verla a Carol, comiendo con un grupo grande. Pasamos al bar y en la barra pedimos whisky y pisco souer y nos sentamos en los comodísimos sillones del lobby.
Charlamos, es una manera de decir, porque mi poco inglés iba disminuyendo a medida que el vino de la cena y el pisco sour hacían efecto y ya solamente nos hablábamos entre nosotros y reíamos como si estuviéramos en un bar de La Plata.
Adriana, que se había agregado al final de la comida, también seguía colándose con nosotros y era la que podía hablar y traducir, porque John, cansado, mostraba en su cara sus ganas de ir a dormir, más que de seguir hablando en dos idiomas.
Oscar muy dulcemente le dijo a Adriana, “empezá a traducir, así por lo menos te ganás la birra que te estás tomando” y esto permitió mantener un poco más vivo un diálogo que se moría. Esperamos en vano que apareciera Carol, pero la campana sonó, como en cualquier bar de Gran Bretaña y el bar se cerró y la noche se acabó.
Salimos caminando bajo una tenue llovizna, que nos recordaba nuevamente esas noches de la guerra, y entre risas y frases subidas de tono que Lesley no entendía, la dejamos en la puerta de su hotel y volvimos al nuestro a dormir.
Al día siguiente partiría nuestro avión.

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